Hay dos cosas que chocan al viajero nada más llegar en Vila Real de Santo Antonio. La primera es que los precios que se anuncian en las pizarras de los bares uy los mercados son los de antes del euro en España. La segunda, que las valles parecen trazadas a cordel, es decir que siguen los criterios de la cuadriculados del Marqués de Pombal.
Este hombre quería una nueva base para controlar la pesca del Algarve y la hizo a su gusto. En su memoria está dedicada la plaza principal en la que se puede ver un gran obelisco y varias terrazas en las que tomar el aperitivo resulta bastante agradable y barato.
Las playas que se extienden al poniente de esta localidad no son vírgenes, pero conservan su dignidad natural. De hecho, en las zonas urbanizadas se ha mantenido intacta una generosa primera línea de más de 200 metros donde no existen los paseos marítimos, sino que se divisan dunas, pinos, y camaleones.
Uno de los municipios cercanos a Vila Real es Casto Marim, un pueblo antiguo y bonito, con dos castillos de los siglos XIII y XVII. Estos monumentos, antes fortalezas, sirven de excusa para celebrar, a finales de agosto, una fiesta popular los ‘Días Medievales’ en los que se celebran torneos, desfiles y comidas a base de cordero asado y pulpo a la brasa.
Unos castillos que, además, son el mejor mirador de la Reserva Natural do Sopal, 2.000 hectáreas de marismas y salinas.
Para llegar desde Huelva, hay que conducir por la autovía A-49 y desviarse hacia Castro Marim después de cruzar el puente internacional del Guadiana, lo que supone unos 57 kilómetros.
Fuente | Mía
Foto | Danilin
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