Otro lugar para celebrar la Navidad de una manera especial, adentrándonos en las tradiciones más profundas es Estonia donde, desde 1441, los estonios bailaban alrededor del árbol de navidad, cantando y bailando, para después sentarse al calor de la hoguera.
Una tradición que hoy sigue más viva que nunca para celebrar la llegada de la Navidad. Tradiciones y nieve que ofrecen un espectáculo propicio al visitante para meterse de lleno en el espíritu navideño o recuperarlo para aquellos que lo tienen más que olvidado.
La capital estona, Tallin, fiel a las tradiciones de la vecina Alemania, cuenta en el corazón de la Ciudad Vieja, a los pies del Ayuntamiento, con su mercadillo navideño anual. Allí podréis comprar artesanías típicas del país elaboradas con metal, lana o cristal.
Pero si las compras no son el atractivo que buscas, no dejes de admirar la belleza arquitectónica que despliega esta ciudad eterna, una de las medievales mejor conservadas de toda Europa, lo que le ha valido el título de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la Unesco.
Algo que no se puede dejar de visitar es la aldea navideña en el Museo al Aire Libre de Tallin. Creada, especialmente, para los más pequeños de la casa aunque es época de sacar el niño que todos llevamos dentro y sumergirnos en este ambiente de ensueño y participar de las numerosas actividades que allí se celebran en torno a la Navidad: confección de adornos, juegos tradicionales o enseñarse a montar en trineo.
Sin duda unas Navidades de cuento. No en vano, cuando este país aún pertenecía a la extinta Unión de Repúblicas socialistas Soviéticas (URSS) fue visitada en esta época del año por varios zares atraídos por su profunda tradición navideña.
Vía | Uno más en la Familia