Hace unos días hablamos de los pasajeros que las tripulaciones consideran más incómodos y yo comentaba que desde mi punto de vista faltaban algunos, como el que bebe en exceso. Probablemente sea porque son una excepción. Desde luego lo es que uno de ellos, un viajero que bebe hasta emborracharse, además sea tan agresivo y molesto como para tener que atarle.
Sorprendentemente el protagonista de la noticia, un ciudadano islandés que volaba de Reykjavik a Nueva York en Icelandair, consiguió subir en estado de embriaguez al avión. Normalmente los controles son estrictos para que esto no ocurra. Pero este hombre estuvo bebiendo Grand Marnier y aguardiente en grandes cantidades en la zona libre de impuestos del aeropuerto de salida y la tripulación no se percató al darle acceso al avión.
Una vez en vuelo, el protagonista se alteró tanto que intentó estrangular a varios pasajeros, escupió a otra y estuvo gritando asegurando que el aparato se estrellaría. Ante esta difícil solución la tripulación decidió inmovilizar al pasajero. Para ello utilizaron cinta adhesiva con la que le ataron a un asiento y le amordazaron (Esto último es un riesgo que no debe hacerse nunca con alguien que ha bebido). El resto del vuelo según los testigos, el hombre estuvo llorando.
Al aterrizar en JFK en Nueva York, fue puesto a disposición de las autoridades federales quienes le trasladaron a un hospital para tratar la intoxicación etílica. Se han negado a procesar el caso. Según el portavoz del aeropuerto, Patrick Hogan, «Estos casos son muy raros. Pero cada pocos años tendremos un caso. Tenemos casi medio millón de vuelos que entran y salen y tenemos un caso de estos cada tres o cuatro años».
Vía | El Mundo