Las prisas a la hora de tomar un avión pueden hacer que dejemos tras de nosotros algún objeto personal. No es extraño que un pasajero se olvide la cámara de fotos, el móvil e incluso el portatil. Sin embargo hay objetos menos frecuentes y de más dificil explicación en las oficinas de objetos perdidos.
En el aeropuerto de Gatwick los objetos electrónicos suponen el 17 por ciento de los olvidos, por suerte los pasaportes sólo un 4 por ciento. El resto de pertenencias son una curiosa mezcla entre los personales como gafas o libros y los insólitos. En este último grupo podrían incluirse dentaduras postizas, zapatos desparejados, material deportivo como cañas de pescar o skies, y muletas, bastones o sillas de ruedas que hacen preguntarse a los empleados sobre la forma en que el viajero habrá conseguido llegar a destino.
Pero lo de Gatwick no tiene nada de especial si se compara con el caso español. El pasado diciembre se realizó la última subasta de los objetos perdidos en los aeropuertos españoles, tras el periodo de dos años en que deben conservarse. Además de ropa, maletas, libros, bebidas alcohólicas, cosméticos, cochecitos de bebé, joyas o artículos religiosos, en los lotes subastados había vestidos de novia, lápidas o máscaras antigas.
El vestido de novia puede ser un bulto olvidado entre tanta maleta, como el cochecito del niño, pero ¿dónde va alguien con una lápida como equipaje? y ¿con una máscara de gas?. Lo más curioso de todo es que no se reclamen los objetos, especialmente los de valor económico o sentimental. Cuando viajamos no sólo hay que estar pendientes de los rateros, también de nuestra memoria.
Vía | Travel Daily News (en inglés)
Foto | Flickr – Saturnine